martes, 10 de octubre de 2023

CAMBIO DE CICLO.

 

Como todos los años por estas fechas vuelan hacia el sur los papamoscas, las cigüeñas y los verdecillos. Se amarronan las hojas de los árboles, y los jóvenes madurados alcanzamos la jubilación. Percibir serenamente los flujos de la vida nos aporta una mayor consciencia de nuestra propia existencia, permitiéndonos vivir el momento con más intensidad, con permiso de las series, el fútbol, las noticias, la geopolítica, el cambio climático y el perpetuo chicharreo de los “esmartfones”.

Esta vida es una sucesión de ciclos y procesos, de los que muchas veces no somos conscientes, hasta el penúltimo capítulo.

Una hoja cae de la rama, un compañero alcanza la emancipación del despertador y el horario laboral. El otoño ha llegado, hay que celebrarlo. A los humanos nos encanta celebrar lo que sea.

El festejo social gastronómico emerge (como los níscalos bajo los pinos) entre el vestuario laboral que una vez fue y el museo de bártulos que nunca llegó a ser. Se ha montado allí una mini ciudad de palets convertidos en mesas (por obra y arte de un artista), sobre los que se exhiben tortillas de patatas, platos de callos, paella mixta (made in Chelo) y brebajes varios. Por sus pasillos deambulamos los comensales a la caza de la “presa”. Aunque el mayor trofeo es alcanzar a socializarse con otros sapiens en una sincronización de abrazos y escuchas mutuas. Estómagos, cerebros y corazones se nutrirán de albúminas, glúcidos y emociones varias durante unos intensos minutos.

El rey del evento contempla desde lo alto de su atalaya de ilusiones un porvenir mil veces soñado, colmado de atenciones y regalos cual niño en su cumpleaños, de amiguitos rodeado. Los más viejos celebramos el estar vivos entre recuerdos y achaques. Los más jóvenes andan prisioneros de los horarios laborales y escolares que todavía les condicionan. Jefes y curritos juegan a ser iguales durante un ratito. Hay quien no calla y hay quien pone oídos, hay ojos vidriosos de emociones y miradas ausentes, incluso hay cerezos en flor que asoman por algún hombro desnudo.

Manos de finos y sensibles dedos femeninos o de gruesos y tenaces dedos masculinos, garabatean breves epístolas sobre una alegre cartulina que ha de acompañar a los demás obsequios que el agasajado, en un invisible cofre, va guardando. Un proceso emocionalmente complejo que es final y comienzo de ciclo. Mañana será un nuevo día y solo nos queda vivirlo. De nosotros depende darle sentido.

Ánimo con el camino, amigo, compañero.

P.D.: Gracias Alfredo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario