sábado, 14 de enero de 2023

Neurociencia de un cachopo.

 

Hoy no he bajado al Parque Lineal para observar a los penúltimos árboles y pájaros que sobreviven apegados a este trozo de tierra regada con las aguas residuales “recuperadas”. Hoy no he disfrutado de los aromas de las autovías y de la incineradora que se alza en el horizonte, cual fantoche civilizatorio que espanta a los espíritus de los encinares que hace tiempo poblaron estas latitudes.

   Hoy mi espíritu estaba secuestrado por una tecnocoplilla de una tal Chaquira que anda “picada” con un furbolista que la ha dejado por una más jovencilla (decenas de millones de sapiens han visto el vídeo en 24 horas, haciendo historia).

Hoy se me ha mezclado la historia de Sócrates, Hipócrates, Aristóteles y Galeno, con un paseo familiar por el barrio, con su aperitivo antes de terminar en un restaurante familiar zampándome unas setas salteadas, un trozo de cordero asado con patatas fritas (no congeladas), un vino de La Mancha y un helado tan apetitoso a mi paladar como indigesto para mi intestino (menos mal que el prolijo listado de ingredientes químicos estaba tapado por una abundante escarcha).

Hoy el “mono loco” de mi ego se cachondeaba de mi cándida alma, contemplando como mis papilas gustativas saboreaban el ajillo de los champiñones o el crujiente horneado de mamífero. 

Aunque a medida que comía, menos le sorprendía a mi hipocampo y amígdala cerebral. Pero yo seguía, aunque hambre, hambre, lo que se dice hambre, no tenía. 

Dicen que es por liberar la placentera dopamina, yo no lo sé, pero me sentía como un neandertal al que le fuesen a quitar la pitanza.

 Mi neurocortex  se había quedado anestesiado con la primera “Estrella Galicia”, y el apetito por nuevas emociones se había relegado a la mesa. 

Menos mal que en la tele ponían la victoria del rayito, y la compañía era de esas que comen ensaladas y beben agua, si no me hubiese pedido un chupito después del helado. Luego, ya si eso, me arrepentiría durante la pesada digestión, pero ahora (gritaba mi ego): “¡a vivir que son dos días!”, ¡barriga llena, corazón feliz!” y “mañana será otro día”.

Hoy, tal vez por leer demasiado sobre neurociencia, me he sentido como un cachopo: un trozo de carne, rodeado de grasa y con la corteza bien frita.

Ya estoy en la penitencia para limpiar mi espíritu crucificado por un menú del día.

Que mi ejemplo sirva para que otros pecadores no caigan en la tentación. Amén.

 

4 comentarios:

  1. La placentera dopamina , regando el neurocortex como si una tubería del Canal Isabel II se hubiera reventado, produciendo un tsunami emocional al chasquido de la corteza del mamífero carnal , y del mejunje helado , en forma de cono , con varios E , potenciadores de sabor , emulgentes y demás ingredientes portadores de placentera ingestión, me ha producido un subidón en lado septentrional superior , sección 3 apartado 14 , en la amígdala cerebral , más cercana al sobaco q a la ingle . Menos mal q el hipocampo me ha abierto las puertas al parque lineal , para disfrutar de tus ratos de lucidez creativa , momentos antes de caer preso en el sofá y de los pajaritos de la 2, en una reparadora siesta .Un abrazo de otro urbanita comedor, de prensa rosa

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    1. Jeje, muchas gracias. Está claro que los placeres de la carne (cruda o cocinada) nos llevan por montañas rusas de deseos y "digestiones".
      Pero lo de la siesta en el sofá, rendido frente a la tele, me parece indigno de un guerrero del arcoiris. La siesta ha de ser de " cama y orinal".🤣

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  2. Camine por mi barrio entre edificios, carreteras con coches, gente que caminaba, No estaba en un paisaje idílico, pero fui capaz de percibir los árboles, los perros, el canto de los pájaros.
    Comí el menú del día en un restaurante de barrio, atiborrado de gente disfruté de unos deliciosos gambones a la plancha, filete de pollo con patatas y un helado de postre.
    cuando salí del restaurante no tenía remordimientos de conciencia ni tener que pagar una penitencia, por lo que había hecho, simplemente me sentí agradecida de que alguien había cocinado para mí
    No necesito saber las partes de mi cerebro que intervienen en el proceso de la alimentación.
    pero sí creo importante saber, que son mis pensamientos los que van a generar las percepciones que tenga de las cosas que vivo.
    Querido amigo un abrazo grande y... "El pecado" es una mala interpretación de unas experiencias que por cualquier motivo tenemos que vivir.

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  3. Querida amiga hedonista, no todos los mortales tenemos tus poderes para ver a los Reyes Magos y Papá Noel de sirvientes nuestros. Algunos tenemos que aprender a reírnos de las sombras de nuestro ego para borrar la marca pecadora que nos grabaron en la infancia.
    Muchas gracias por el comentario.

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