martes, 6 de julio de 2021

¿ANSIEDAD?

 



Atiborro mi inquieta mente con todo tipo de sensaciones para evitar el inquietante silencio tatuado de dudas. Estoy enganchado al ruido físico y mental que supone el torbellino de deseos insatisfechos (empieza el partido de fútbol, mi programa favorito, es la hora de cenar, menuda moza acaba de pasar, tengo que ir pensando en las vacaciones, ..); y sin embargo añoro la calma que la Naturaleza me aporta con el rumor del agua, los conciertos de los pájaros al amanecer o las coloridas puestas de sol en los horizontes abiertos. 

Huyo de la capital a los pueblecitos y sus campos y viene la gente de los pueblos al ambiente de la capital. Los urbanitas queremos campo, y los campesinos quieren urbe (pero solo por un rato). Cambio el decorado de mis circunstancias en pleno uso de mi libre albedrio, pero por más lejos que me vaya nunca consigo huir de mí mismo. Y aunque lo sé, insisto.


Anhelo la vuelta a la normalidad, tan falta de naturalidad (de la que tanto me quejaba), pero no quiero cumplir las normas que se me atragantan. 

Quiero salir fervientemente de la marmita del miedo y su salsa de inseguridad, pero la vida siempre ha tenido peligro de muerte, no tengo más que fijarme en ese lindo mirlo que está zampándose a esa embarazada lombriz, hasta hace unos segundos tan feliz ella. La Naturaleza siempre dándome lecciones como una pesada madre.


Mientras aspiro el aroma de las acacias en flor y la singularidad vegetal de los alfilerillos o peinecillos (erodium circutariun) observo la autovía hacia el Levante costero colapsada de modernas máquinas, más o menos híbridas, impulsadas por la energía del petróleo y rellenas de sapiens ansiosos por “desconectar”. Los aviones vuelven a humear los cielos salpicados de golondrinas, con turistas que pretenden huir de una realidad que les incomoda, de un presente sin futuro. Yo me quedo tonto viendo la formación de los cumulonimbos nubosos y las acrobacias de esos migrantes sin papeles que son los vencejos en su viaje hacia el norte.

 

Aunque la televisión y otros medios de opinión no descansen en su afán de formarme una entretenida realidad paralela, sé que sigo en medio de una pandemia.  Trato de simplificar mi vida y he reducido mis relaciones sociales, pero ansío doblegar esta realidad que me incomoda; lo malo es que los virus mutantes siguen ahí, ajenos a mis discursos y mi ciberrealidad.

Mi percepción, un poco inconsciente, de la vida, tiene que ver más con los anuncios televisivos que con la observación de mi ser (dedico mucho más tiempo a las pantallas que a meditar). Estoy empapado de una realidad que desborda mi comprensión y hace muy complicado que viva sencilla y conscientemente. Así es que me agarro a los estímulos para llenarme de “aventureras” vivencias, sin darme cuenta de la aventura que es la vida. 

Utilizo el coche para conseguir más cromos vitales con los que rellenar mi árbol biográfico y la cartilla de los recuerdos, con más prisa que calma. Pues aunque lo vea en los demás, yo soy uno más de este enjambre social.

Bueno, por lo menos me voy dando cuenta, incluso voy creándome parcelas de tranquilidad neuronal ante tanta ansiedad social (y como lo tenía escrito, lo voy a publicar).

3 comentarios:

  1. Alcaudoncillo siempre con los pies en el suelo y el corazón libre. Enhorabuena!!

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  2. Que gran persona que nos muestra la realidad. te queremos

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  3. Muy bien, Alcaudoncillo, la vida es poesía escrita en los vuelos de los vencejos, y no en las pantallas. ¡Pura Vida!

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