Sobre la tierra
húmeda yace el tronco vencido de un viejo roble de los montes de León. Cobijo y
despensa de pájaros, ardillas, venados y jabatos; fue talado para soportar los
caminos de hierro que llevaban al progreso. Desnudas se fueron quedando las
aldeas y montañas, hasta que las urbes se llenaron a rebosar.
Ahora, cual
poema cargado de añoranza, plantamos parques en los páramos de cemento y
asfalto. En esta zona verde descansa la vieja traviesa carcomida, sumida en sus
recuerdos de poderoso árbol. Amablemente sirve al tránsito vital de esas
plantitas que en sus grietas encuentran el lecho donde soñar con el incierto
futuro.
Algunos desean
convertirle en leña para chimenea de salón o barbacoa choricera. Otros ansían
su destierro cual basura que afea el terreno. Yo le veo como ese anciano que no
deja de darnos lecciones con su experiencia acumulada.
Fabricaron el
aire que nos permite vivir, y siguen haciéndolo. Nos dieron cobijo y
fertilizaron la tierra que nos alimenta. Bajo el suelo fermentaron formando
petróleo. ¿Será posible que todavía no hayamos aprendido a respetarlos;
nosotros, los que presumimos de tener inteligencia y espíritu?
Bonito relato del tránsito vital en la ciudad.
ResponderEliminarjhg
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