miércoles, 18 de diciembre de 2013

Otoño, casi invierno. Vuelve la navidad.




Lloviznea tras los cristales de la ventana. Desde mi cobijo observo la oscuridad iluminada por la electricidad. Solitarias personas se mueven con sus carritos de la compra repletos de productos de la Distruidora Industrial de Alimentos o de "tesoros" encontrados en los contenedores de residuos.






Las nubes no me dejan ver el cielo estrellado y la comodidad me sienta frente a la pantalla en un paseo por el ciberespacio, en el que terminaré perdiéndome por las autopistas del entretenimiento o las veredas de las curiosidades. Soy un homo sapiens del siglo XXI, acostumbrado a ver como las cigüeñas duermen sobre las antenas.


Ya se llevó el viento los calores. Ya se quedaron desnudos los árboles. Ya se acortan los días. Ya buscamos el refugio de la solana.




Volaron las vacaciones de verano y nos anuncian las festividades navideñas. Cambiamos el contacto con el sol, la tierra, el agua y el aire, por la ingesta compulsiva de viandas y bebidas "espirituosas".

Nos preparamos para invernar en nuestras electrificadas cuevas, agotando los recursos naturales como si fuesen infinitos. Nos invade el fraternal deseo de regalar lo innecesario, pues así nos han educado.


Ignoramos el dulce aroma de la flor del níspero, las claras noches de luna llena y la espectacular cristalización de la escarcha mañanera. Nos sumergimos en la tibieza de la apariencia y minusvaloramos el latir de nuestro ser Natural.

Adoramos al todopoderoso Miedo. Comulgamos en la fé tecnológica. Reverenciamos a las máquinas. Nos aislamos en la ignorancia y el pensamiento normalizado. Y todavía nos extrañamos de sentirnos deprimidos. Qué poquito nos conocemos a nosostros mismos. 


Sinembargo, nos mostramos ansiosos por celebrar, una vez más la Navidad. Ese momento de alegría y felicidad, ese evento mundial que dice ensalzar la deseada hermandad de la humanidad. Las reuniones de familia, amigos o/y compañeros se multiplican y alargan en el anhelo por demostrar(nos) que lo pasamos fenomenal.

De pequeño me creía la "magia" de esta festividad. Escuchaba a los reyes magos andando por el tejado y hasta llegaba a ver a Papá Noel o algún rey mago dejando los regalos. Luego quise mantener esa ilusión con mis retoños y caí en la mentira bonita. 


Por pensar como pienso soy raro. La normalidad exige otro ánimo. Ánimo que busco todo el año tratando de ayudar(me) en el camino hacia la utopía. Ese horizonte luminoso en el que la fraternidad, el amor, el respeto y la solidaridad sean lo normal, y no el disfraz de unos días nada más. 


Dicho lo cual, no me queda mas que desear Felíz Navidad, Próspero Año y Felicidad; y los demás días igual, con el permiso de la autoridad.


4 comentarios:

  1. miguel angel portillo19 de diciembre de 2013, 8:29

    Amigo Javi muchas gracias por tus deseos que te transmito a ti y ojala se nos cumplan.
    yo personalmente te deseo mucha SALUD para que puedas seguir delaitandonos con tus magníficas fotografias y tu excelente prosa poetica....
    gracias amigo de la infancia
    miguel angel portillo

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    1. Muchas gracias Miguel Ángel, por tus elogiosos comentarios. Yo también te deseo lo mejor. Siempre es agradable el calorcillo de las "viejas" amistades. Un abrazo.

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  2. Eres raro, tan raro como aquel que cree en las cosas sencillas de un mundo que nos empuja a lo absurdo. Raro como el que busca la belleza natural sin más. Raro por estar alerta de que los prejuicios no te enrarezcan. Raro como el que lo cuestiona todo, hasta lo presuntamente incuestionable. Raro sí, como el ser civilizado, pero no tanto.
    Feliz solsticio de invierno y los demás días igual, para los raros en especial.

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    1. Gracias Jose. Todo un lujo verte por aqui. Como se no ta que me conoces.

      En la NORMAlidad fui educado y en ella me muevo, de ella vivo. Si bien es cierto que en cualquier convivencia social son convenientes unas normas, no lo es menos que la normalidad puede convertirse en una patología, que nos haga ser más normales que los demás, gastando una gran cantidad de energía en aparentar que no somos raros, distintos, particulares, ..

      Parecemos tomates de invernadero. Todos con la misma apariencia, forma y tamaño, insípidos por no haber madurado, pero con un estupendo aspecto. ¿Se nos ha olvidado el rico sabor dulzón de ese tomatillo de huerto casero? No; pero preferimos comprarlos que cultivarlos.

      Normal y raro, son como sombra y luz, frío y calor; dos caras de una misma cosa, tod@s tenemos de ambas. Lo importante es vérselas y aceptárselas. En esas andamos. Pero cuando llega un tsunamí de normalidad como es la navidad, la mayoría termina mal (de una manera u otra), es muy difícil sobrevivir a las enormes olas de consumo, al terremoto mediático, al vendaval de excesos.

      Y ahora viene el segundo asalto, la celebración del consumo del tiempo: el año nuevo y el abandono del año "viejo". La dictadura del reloj, celebrada mundialmente mediante la "mística" ceremonia de las campanadas ofrendada por una mujer desarropadilla y un hombre trajeadillo. Todo muy normal.

      Que el viento del norte despeje nuestras mentes y el calor del sur reconforte nuestros huesos, mientras el sol naciente nos aníma a vivir la vida y el de poniente nos ayuda a meditar sobre la eterna transitoriedad. (Jeje).

      Un abrazo.

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