Miro al horizonte y veo un muro con falsos agujeros, es mi barrio.
Salgo a pasear y un cartel de una obra de teatro me recuerda que hay quien tiene todavía menos horizontes.
Pronto me doy cuenta de lo negativo que soy (y de lo gordito que estoy), pues la magia del espectáculo de yankilandia sigue, alegre y feliz.
En la búsqueda del aire fresco que despeje mi mente, me sumerjo en esa estrecha franja verde que es el Parque Lineal. La puesta de sol reflejada sobre el lago, donde los ánades reales han encontrado acomodo, deja las siluetas de algunas sombras: un sauce, dos negundos y una oscura silueta de un inmigrante africano errante, en busca de un cobijo donde pasar la noche en este soñado paraiso convertido cada vez más en pesadilla. Sigo mi camino entre familias que esperan celebrar el jalogüin, jóvenes absortos en mini pantallas y mi mente puñetera saltando de un pensamiento a otro. Es lo que hay. Digo.
Como nadie me deja un comentario, me lo planto yo, que para eso uno se siente solitario.
ResponderEliminarY empeñado, vuelvo a plantar otra entradita en el siguiente mes, en un intento de compartir, de comunicar, ... ¿de pintar la mona?.