Vuelve el viento del norte para
meterse entre los pliegues de la ropa y los recovecos de la ciudad. Vuelven a
quedarse desnudas las ramas de los plátanos, las acacias y los olmos. Los
cielos grises y los cortos días amplifican las oscuras sensaciones. Menos mal
que esta sociedad desarrollada nos crea una luminosa isla, en el invernal horizonte,
llenita de lucecitas y caprichines de colorines. La llaman Navidad, y hacía ella
vamos como polillas a la bombilla. Aunque hay quien se apaña con aquello que
otros desdeñan.
Pero como no puede haber luz sin
sombra, tampoco puede haber sombra sin luz.
Los suelos boscosos se han cubierto
de cálidos tonos otoñales en los que se puede ver al pequeño reyezuelo buscando su sustento.
En las montañas las primeras nieves tapizan de blanco
las cumbres, alegrando el curso de los ríos y las torrenteras.
Bandadas de
pájaros nos visitan en su migración hacia el sur y otros, como la abubilla aprovechan para sus penúltimos baños de templada arena.
Las últimas setas se ofrecen
suculentas, como los coprinos. Y en cualquier esquina puedes ser seducido por el dulce aroma de la
flor del níspero. En nuestra mano está sumergirnos, más o menos, en lo artificial o en lo natural.
Preciosas fotos y bonito texto. La navidad, recuerdos de infancia. Ilusiones de fraternidad, de companerismo y reuniones familiares aunque solo sea por unos días. Bullicio y soledad, cada uno la vivimos de distinta manera. El consumismo está, pero depende como queramos verla.
ResponderEliminarComo bien dices, coexisten las luces y las sombras, ¿de qué lado quieres verlo tú?
A la luz me agarro como polilla a la bombilla. Al suave sabor de la seta,a la cálida belleza de la abubilla,al fresco rumor del arroyuelo,a la inquieta curiosidad del reyezuelo,a la comprensión del emigrante, a la clara luz entre las desnudas ramas. Pero como es fácil de comprobar cuanto más grande es la luz, más grande son las sombras que provoca; y en las fiestas navideñas se encienden muchas luces.
Eliminar