domingo, 17 de noviembre de 2019

PASEOS Y AUSENCIAS 06.11.2019




A la luminosidad de mi ventana, escribo con el alma ventilada, pues no hay para el hombre cosa más sana que una charleta y una buena caminata acompañada. 


Con un viejo amigo y compañero recorremos los barrios fronterizos donde las últimas casas bajas están siendo rodeadas por bloques de pisos con sus corralas cerradas.


Viajamos en el tiempo recordando batallitas, oteando las penúltimas utopías, cada vez más más pequeñitas. Ya tenemos retoños que vienen a recordarnos que estamos en el otoño. Ya nos tomamos unas cervezas con cuidado de que no se nos suban a la cabeza. Ya pasó el paseo y cada uno volvemos a nuestra realidad y a nuestros deseos.


Por no llevarme la cámara tendrás que imaginarlo con solo palabras, una villa entre la autovía y el “Ensanche” atrapada, dos siluetas andarinas y un abrazo en la despedida.



De regreso al cobijo me siento frente a mi mesa, otra vez los libros, las revistas y los cuadernos, el ordenador portátil y las “cositas bonitas”. En toda la casa se escucha el escandaloso silencio de su ausencia. 

Son ya 48 inviernos dándonos calor, 48 primaveras viéndonos brotar, 48 veranos de playas y montañas, 48 otoños compartiendo nuestros frutos, 48 años migrando uno dentro del otro para podernos amar. Casi medio siglo reparándonos una y otra vez, aunque en más de una ocasión pensamos en abandonar. Pero es que aprendimos de los que ya no están.


Se subió en una lata con alas y se fue a descubrir los lejanos paisajes de las historias relatadas, como una niña con la ilusión inflamada. Mis inflamaciones son otras más profanas y menos alejadas. 




Como casi siempre, ando con los pies fríos y la cabeza caliente, con una pita como mandala en un librito que me anima y un rostro sin ojos que me mira desde la madera tallada (¡Ah!, y el Smartphone que me vigila).


Y ya concluyo de rimar sin rima y poetizar sin poesía, que es la hora de comer y me toca cocina.

8 comentarios: