Recibo el
listado de la compra. Me pertrecho con la ropa de abrigo, el carrito y unas
pegatinas de “El barrio es nuestro. Cuídalo”. Pego la primera junto a los cubos
de basura, rodeados de escombros.
En el
jardincito del callejón, sigue plantada la marihuana con sus cogollos, junto a
un bosquecillo de álamos que han ido brotando “salvajemente”; a las puertas de
los bajos ocupados por familias gitanas. Al doblar la esquina de la tienda del
chino, veo una pancarta en el cruce: “La parroquia es del barrio, no del cura o
del vicario”. Una joven subsahariana me pregunta qué significa eso. Le explico
lo poco que sé, sobre la larga lucha que llevan los cristianos que predican con
el ejemplo contra las burocráticas estructuras eclesiásticas; ahora son los
partidarios del Papa Francisco los que sufren la resistencia a compartir, del
clero establecido.
Junto al
ambulatorio veo al fontanero que sufrió un error quirúrgico en la cabeza,
siempre acompañado por su señora. El paisaje nocturno luce iluminado por las
farolas y los pequeños comercios que todavía quedan en el barrio; con más
coches que personas, algunas de ellas refugiadas en el “club social” (bar) “El
Pitorra”. Una patrulla de la policía aparca sobre la acera de “La Oveja Negra”,
para smartphonear.
Junto al gran
gimnasio, con su música para moverse, duerme la Huerta agroecológica urbana
“Espinakas”, con su puerta de somier viejo. Unas mujeres pasean comentando
recetas de cocina, entre jóvenes y mayores enganchados a sus smartphones. Los
perros corren con sus farolillos led al cuello.
Las
restricciones a los coches viejos, hacen que haya más gente en la parada del
bus. Un joven surfea, a toda velocidad, con su tabla sobre la acera; mientras
una chica bajita y un chico alto se lo toman con calma. Al doblar la esquina,
el aroma de las arizónicas se mezcla con volátiles humos de hachís.
Una agencia de
viajes anima a dar vueltas por el mundo. Enfrente los repartidores de MRW
prolongan su jornada con la paquetería que da vueltas por el mundo. “Er que t
kuen” sigue con su oferta de bebida y ración o bocadillo, por 3 euros. La
tienda de complementos alimentarios musculantes, ha dejado su lugar a una de
pocholadas de segunda mano.
Unos gitanos
se quejan de que les han rajado las cuatro ruedas del coche, “si siempre lo
dejo ahí y no pasa na”. La “Gestoria Gonzalez” no para de arreglar papeles. Los
nuevos cubos de basura orgánica decoran la ciudad desde hace semanas. Una joven
anciana con garrota, se aventura a pasear en la noche. Dos niñas mayores se cuentan
a toda prisa sus historias, mientras echa el cierre “Alquimia” (pintura y
decoración). Yo cojo un boleto en la tienda blindada de apuesta y loterías.
La freiduría
“Nucita” expele su perfume a gallinejas y entresijos de cordero. Termino de
poner la última pegatina frente a la luminosa tienda de “Belleza y estética de
calidad. Starbella” (botox, hilos tensores, Plexr láser, mesoterapia, aliduya, celulitis,
varices, Ellansé, . .).
Dos
madurescentes juegan a ser psicólogas de una tercera (ausente). Dos jóvenes
madres acarrean a sus bebés y los primeros paquetes navideños. Al pasar por
MUGA (librería), escucho las toses de los fumadores/as en las terrazas de los
bares contiguos, con el rumor de reguetones y motores. El mesón Siglo XXI, ya
lo llevan los chinos. Unas seis adolescentes se arremolinan dando grititos en
torno a los smartphones.
Por fin llego
a mi objetivo, el mercadoma de turno, con su gran variedad de productos de todo
el mundo y su gran superficie recién reformada con una iluminación led extrema.
Almejas del Pacífico, abadejo de Alaska, arándanos del Perú, merluza de El
Cabo, navajuelas chilenas, guacamol de Almería,
lecitina de soja, magnesio, anacardos …. y una botellita de Rioja.
Voluntarias y voluntarios recogen comida para los bancos de alimentos y los
comedores sociales. En la puerta, los pobres de siempre ven disminuida la
generosidad de los clientes.
Por la “Zona
oulet” me cruzo con la concejala de Medio Ambiente (Inés Sabanés, EQUO) que
vive y anda por el barrio. Tantas impresiones van alterando mi sistema
nervioso, en forma de ansiedad. ¿Se me descongelarán las almejas y los
mejillones?.
Del kebap
salen aromas de especias, que se mezclan con el de la marihuana que dos jóvenes
universitarios y barbudillos se fuman en un banco de la acera. Van cerrando los
pequeños comercios y van llenándose los bares y los poyetes.
En el buzón de
casa recojo la revista de Médicos Sin Fronteras de otro vecino, que la han
metido en el nuestro. Descargo el carro de la compra y me doy el lujo de una
ducha templada (hoy he pasado de los 15.000 pasos). Podía haber ido en coche del
garaje al parking, pero como dijo aquel: “se hace camino al andar y no desde el
sofá”.
Medito un rato
si publicar este “ladrillo” en el ciberespacio (o dejarlo escrito en la
libreta, como tantas otras letras). Al final mi ego parece imponerse, y mis
queridos destinatarios tendrán que padecerme (¡y sin fotos!). Lo siento.
Qué bonito!!
ResponderEliminarMe he sentido transportada a vuestro barrio, que podía ser el nuestro, por supuesto.
Gracias.
EliminarCómo siempre, genial.
ResponderEliminarTodo un regalo de Navidad, Javier.
Gracias