En este siglo
XXI en el que vivimos, hemos colonizado los campos para crear nuestras ciudades
de bloques enladrillados.
Muchos de los
animales que en esos campos vivían han desaparecido o han tenido que emigrar a
la ciudad, donde han tenido que adaptarse al urbano crecimiento
antropocéntrico. Uno de estos animales ha sido la paloma bravía, ahora
doméstica (Columba livia), ese pajarraco con plumas que no para de comerse los restos
de comida que vamos dejando los humanos, y que luego defeca sin ninguna
consideración sobre nuestros coches y aceras, sin que sea sancionada por ello,
pese a incumplir varias normas de civismo.
Muchos
consideran que se han convertido en una plaga, que son “ratas con alas”. En el
siglo pasado eran el símbolo de la Paz, se criaban en los palomares y desde
mucho antes habían sido consideradas como un excelente bocado en las mesas de
la gente noble (y menos noble).
Así es que
cuando vi que pretendían anidar en el patio de luces de mi edificio, donde
tendemos la ropa, las ataqué con el palo de la escoba, les lancé objetos para
asustarlas, se lo comunicamos a los vecinos para que impidiesen que anidasen en
sus ventanas.
Pero las ganas
de sobrevivir hace que se venzan los miedos, y después de varias semanas
consiguieron su objetivo y ahora ya hay dos pollos más correteando por el
hormigón engorrinado.
Y lo peor es
que están sacando adelante una nueva pollada enfrente mío, con sus militantes
turnos de guardia entre el macho y la hembra; “pintando” la fachada y la ropa
tendida con sus líquidas caquitas.
De los blancos
huevecillos han salido dos pollitos amarillos, que siguen cuidando con mimo sus
progenitores.
Para colmo,
cada vez que me asomo al tendedero me miran con unos ojitos que me hacen
sentirme más animal que ellas. Encima.
Lo siento hermanito,no podrás con ellas
ResponderEliminarQué historia más bonita. Por qué no escribes un cuento?
ResponderEliminarEl cuento ya está escrito (y muchas veces), es el cuento de la vida y la muerte. A los pocos días de publicar esta entradita, observamos que los polluelos amarillos no se movian (posiblemente axfisiados), luego el nido fue abandonado y los polluelos arrojados al hormigón, donde todavía llacen cual basura, mientras la anterior pollada sigue esperando ser cebada, temerosa de emprender el vuelo de la independencia.
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