lunes, 20 de agosto de 2018

Doméstica y bravía.


En este siglo XXI en el que vivimos, hemos colonizado los campos para crear nuestras ciudades de bloques enladrillados.



Muchos de los animales que en esos campos vivían han desaparecido o han tenido que emigrar a la ciudad, donde han tenido que adaptarse al urbano crecimiento antropocéntrico. Uno de estos animales ha sido la paloma bravía, ahora doméstica (Columba livia), ese pajarraco con plumas que no para de comerse los restos de comida que vamos dejando los humanos, y que luego defeca sin ninguna consideración sobre nuestros coches y aceras, sin que sea sancionada por ello, pese a incumplir varias normas de civismo.

Muchos consideran que se han convertido en una plaga, que son “ratas con alas”. En el siglo pasado eran el símbolo de la Paz, se criaban en los palomares y desde mucho antes habían sido consideradas como un excelente bocado en las mesas de la gente noble (y menos noble).




Así es que cuando vi que pretendían anidar en el patio de luces de mi edificio, donde tendemos la ropa, las ataqué con el palo de la escoba, les lancé objetos para asustarlas, se lo comunicamos a los vecinos para que impidiesen que anidasen en sus ventanas. 



Pero las ganas de sobrevivir hace que se venzan los miedos, y después de varias semanas consiguieron su objetivo y ahora ya hay dos pollos más correteando por el hormigón engorrinado.




Y lo peor es que están sacando adelante una nueva pollada enfrente mío, con sus militantes turnos de guardia entre el macho y la hembra; “pintando” la fachada y la ropa tendida con sus líquidas caquitas.



De los blancos huevecillos han salido dos pollitos amarillos, que siguen cuidando con mimo sus progenitores.



Para colmo, cada vez que me asomo al tendedero me miran con unos ojitos que me hacen sentirme más animal que ellas. Encima.


3 comentarios:

  1. Lo siento hermanito,no podrás con ellas

    ResponderEliminar
  2. Qué historia más bonita. Por qué no escribes un cuento?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. El cuento ya está escrito (y muchas veces), es el cuento de la vida y la muerte. A los pocos días de publicar esta entradita, observamos que los polluelos amarillos no se movian (posiblemente axfisiados), luego el nido fue abandonado y los polluelos arrojados al hormigón, donde todavía llacen cual basura, mientras la anterior pollada sigue esperando ser cebada, temerosa de emprender el vuelo de la independencia.

      Eliminar