A la sombra de un negundo descanso mis posaderas sobre un banco de viejos
tablones de pino, saco la libreta y escribo, después de haber andado unos
kilómetros.
El sol ya calienta y los pájaros empiezan a buscar refugio en la penumbra de
las ramas pobladas de verdes hojas. El agua humedeció mis zapatillas al pisar
la hierba recién regada. Las fuentes calmaron mi sed y refrescaron mi rostro.
Las brisas frescas del amanecer se han ido templando.
A la sombra de un “gran” roble, desnudo mis pies
para sentir el contacto con la tierra y hacer unos “círculos celestiales” (Chi
kung), que ya tenía casi olvidados. Siempre está bien ser consciente de la reparación
mientras la mente está ocupada en mover
el cuerpo, pero con demasiada frecuencia “no tenemos tiempo para eso”.
Dos señoras andan deprisa tratando de encontrar la
forma perdida, mientras comentan animadamente las “hazañas” del famoseo
televisero. Y yo sin poner el amplificador de señal, con filtro para las ondas
4G, en la tv de la cocina, que sufre en soledad nuestras cenas y comidas sin su
siempre entretenida presencia (me cuesta adaptarme a las nuevas tecnologías).
Una crisopa se posa en mi mano. Suena la musiquilla
de un afilador de hachas y cuchillos. Hasta puedo percibir el silencio entre
los renglones marcados por los motores de la M40 y el graznido de las hurracas.
Soy un privilegiado, aunque a veces se me olvida.
Una mosca investiga sobre mi índice, mientras
escribo (¿será un dron espía de esos?). Las hormigas siguen en sus interminables
tareas, explorando fuera del hormiguero donde la reina impone su ley y su orden.
Se me acartonan los contramuslos y al camino vuelvo,
en este Parque Lineal que tengo la suerte de “tener”.
Eres muuuuy grande
ResponderEliminarComo siempre precioso !!
ResponderEliminarJavier
Me encanta... Tan sencillo y natural...
ResponderEliminarGenial Javier
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