domingo, 25 de agosto de 2013

De Vallekas a Palacio (paseito dominguero)

Entre callejones grafiteados con complejo de urinario 

y olmos con grafiosis, atravieso la montaña de pisos 

para alcanzar la verde línea que es el Parque Lineal de Palomeras, 

al que ya han llegado los papamoscas cerrojillos desde el norte de Eurasia en su migración hacia África.

La resistente verdolaga, una "mala" hierba rica en omega3, vitaminas, minerales, antioxidantes y otros nutrientes, es un alimento completísimo que se puede comer directamente cruda, pese a su saborcillo ácido.

Y así con mi cámara en ristre, voy capturando imágenes mientras paseo por esta fresca mañana del agosto madrileño. 

Ahora es el árbol del cielo (ailanto) que trata de invadir el cemento tras el que se esconde 

el amaranto, otra "mala" hierba que se cultiva desde hace 7000 años, y aquí la asesinamos.

Me atrae el juego de luces y sombras, del agua y el fuego solar, 

el tranquilo estar del anciano contra el horizonte de la ciudad 

y el tai chi vallekano fruto del mestizaje cultural.


La flor azul de la achicoria (otra "mala" hierba medicinal) va buscando el sol, 

las hormigas no dejan de currar 

y la luna menguante aparece entre las vainas de la catalpa. 
Y por un momento me quedo ensimismado entre el cielo y la tierra.


Brota descontrolada el agua de las bocas de riego, en venganza por los despidos de los anteriores jardineros (comentan unos señores que pasean a sus perros y que me confunden con un ....¡empleado municipal!, por hacer fotos),
 
 mientras otros enarbolan banderas y olimpiadas, cerca del barecillo donde me tomo un cafelito junto al apresurado conductor de la EMT que aprovecha para visitar el retrete.

Transito por caminos prohibidos para los ricos bien nacidos, entre las Palomeras, el Pozo y Entrevías; donde los árboles de acero de la publicidad "ilustrada" se alzan rodeados de basura y zonas verdes abandonadas.

En la estación de la tragedia cojo el servicio público ferroviario, 

para llegar al amasijo estructural de Príncipe Pío y de allí 

a los jardines reales que una vez fueron campamento árabe en en el acoso a las murallas de la villa.

Me dejo llevar por la belleza de las flores, 

la sensualidad de las formas, 

los aromas y sonidos del bosque, por el frescor húmedo, .... 

Cual hijo del agobio trato de serenar mi inquieta mente con la respiración consciente. 
Y por momentos lo consigo.

2 comentarios:

  1. En los sitios más insospechados con tu cámara y tus palabras consigues transmitir un sinfín de sensaciones.

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  2. Gracias por tan elogiosa opinión, pues eso es lo que pretendo, transmitir esa multiplicidad de sensaciones (al menos una pequeña parte) que generan en mi mente los seres y circunstancias que me acompañan en el camino vital.

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