De esas veces que uno va a
comprar cebollas y sale con 25 euros de compra, sucedió que hubo una
fluctuación en el flujo eléctrico. Por unos segundos se fue la luz y el sistema
informatizado de las cajas dejó de funcionar.
El cajero no sabía qué hacer, los consumidores nos quedamos en una cola
que no dejaba de crecer. Al cabo de unos minutos volvió la normalidad.
“Perdidos” en una pequeña aldea
en el valle del río Oja, no consigo sintonizar ninguna emisora de radio, no
tengo internet y siento que estoy
desconectado del caudal informativo al
que me he acostumbrado.
No tengo más remedio que
reflexionar, una vez más, sobre la cultura en la que estamos inmersos, mientras
escucho el canto de un verdecillo sobre la copa de un castaño en flor y observo
el vuelo de los vencejos bajo la llovizna que riega los bosques de robles que
tapizan las laderas de los montes. Frente a mi ventana un gurriato dormita
esperando ser cebado sobre la rama de un “manzano” que da ciruelas.
La tarde cae con una serenidad y
calma que, de alguna manera, me pone “nervioso”. Llevamos día y medio de
vacaciones y todavía no hemos abandonado el ritmo de la ciudad. Aún recuerdo
como esta mañana, de regreso de Santo Domingo de la Calzada, bromeábamos acerca
de las advertencias de ciervos en la carretera y sin previo aviso saltó un
cervatillo cruzando la calzada. Lo más natural nos sorprende y hasta nos asusta.
Suenan truenos de tormenta y la luz juega con los colores verdes, grises y
amarillos. Cae agua a raudales sobre los tejados.
Como la polilla se empeña en ir hacia las
bombillas, con riesgo de morir tostada, así nos afanamos en ir hacia la
tecnología a riesgo de perder nuestra humana naturaleza y convertirnos en unos
“máquinas”. Así es que me pongo al teclado del ordenador y busco la manera de
lanzar esto al ciberespacio, no sea que me quede todavía más “desconectado”.
P.D: Por fin he conseguido una wifi abierta en la ciberteca del pueblo, aunque algunos lugareños que acuden a la itinerante consulta del médico (que está en el mismo edificio) me observan dentro del coche como un bicho raro.
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