Como las efímeras amapolas, perdidas entre las espigas y las cerrajas en la linde de un sendero, sin
aclararme sobre qué soy, me enfrento a la máquina con teclado. ¿Soy mi cuerpo
material? ¿Soy mi mente, espíritu, alma, ideas? ¿Soy quien creo ser? ¿Cómo me
defino a mí mismo, con qué me identifico más?. Esto de la filosofía me enreda
en una zarza de dudas, aunque al final casi siempre consigo obtener la dulce
mora que satisface, momentáneamente, mi ser. Probablemente a estas "malas hierbas" no le haga falta tanto rollo para sentirse ellas mismas.
Parece ser que
para comprendernos debemos vernos en la perspectiva histórica que nos ha tocado
vivir, teniendo en cuenta las múltiples circunstancias que nos rodean, y siendo
conscientes de que nosotros mismo estamos en continua transformación. Así que
ya podéis haceros una idea de lo difícil que es comprender a los demás y, sobre
todo, a uno mismo; por más que corramos entre árboles de hierro o volemos sobre las nubes.
Y aunque
vayamos diciendo continuamente “si, si, claro”, “te entiendo”, y frases similares, lo cierto es que no
entendemos casi nada, pero nuestro ego nos empuja a no parecer unos estúpidos
ignorantes. Para conseguirlo nos disfrazamos con hermosos discursos, cuantiosos
datos, conocimientos enciclopédicos, relatos de experiencias y demás zarandajas
verborréicas, atrapadas al vuelo en el enjambre cultural que nos rodea. Pero lo cierto es que nos pasamos buena parte de nuestro tiempo criticando a los demás como si fuesen unos bichos raros.
Y es que la
duda corroe la comodidad establecida, inquieta el estatus quo adquirido, nos
produce inseguridad, y por ello nos abrazamos con fuerza a las verdades, a las
certezas, aunque sean de otros. Para qué devanarnos los sesos reflexionando a
diario en un mundo de sombras y luces cambiantes, en un espacio tiempo
eternamente imperdurable. Es más fácil abrazar una fe, una religión, una
ideología, un partido, … nos lo dan todo
hecho. Y además tenemos la seguridad de estar en el lado de los buenos, de los
que están en posesión de la Verdad. Ya se nos ha olvidado que la vida es "jugársela" constantemente, subir y saltar.
Desgraciadamente
este atrincheramiento en “mi verdad” conduce a continuos enfrentamientos que en
nada ayudan al mutuo entendimiento, a la sociabilidad, a la cooperación, lo
cual es perversamente rentabilizado en beneficio propio por aquellos que
manejan estas verdades “indiscutibles”. Así los crímenes y guerras son hazañas
y victorias, si ganan los “nuestros”. Poco importan las miserias de los otros si "yo" tengo lo que deseo.
Por eso cuando
veo a las plantas luchar por el agua, los minerales o el sol, a los animales
matar y ser matados para alimentarse o ser alimento, me doy cuenta de lo
salvajes que son, y aprecio mucho más esa luz eléctrica que me ilumina en la
noche, esas cremas protectoras que me protegen del sol, estas maquinitas que
nos permiten comunicarnos sin vernos ni tocarnos, esos almacenes cargados de
alimentos enlatados-normalizados-loncheados, …… ¡Luchar por sobrevivir, que
salvaje y cutre!
¿Entonces, yo
soy ….?
¿y tú?
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