martes, 11 de junio de 2013

Filosofía con panceta.





Como las efímeras amapolas, perdidas entre las espigas y las cerrajas en la linde de un sendero, sin  aclararme sobre qué soy, me enfrento a la máquina con teclado. ¿Soy mi cuerpo material? ¿Soy mi mente, espíritu, alma, ideas? ¿Soy quien creo ser? ¿Cómo me defino a mí mismo, con qué me identifico más?. Esto de la filosofía me enreda en una zarza de dudas, aunque al final casi siempre consigo obtener la dulce mora que satisface, momentáneamente, mi ser. Probablemente a estas "malas hierbas" no le haga falta tanto rollo para sentirse ellas mismas.


Parece ser que para comprendernos debemos vernos en la perspectiva histórica que nos ha tocado vivir, teniendo en cuenta las múltiples circunstancias que nos rodean, y siendo conscientes de que nosotros mismo estamos en continua transformación. Así que ya podéis haceros una idea de lo difícil que es comprender a los demás y, sobre todo, a uno mismo; por más que corramos entre árboles de hierro o volemos sobre las nubes.

Y aunque vayamos diciendo continuamente “si, si, claro”, “te entiendo”,  y frases similares, lo cierto es que no entendemos casi nada, pero nuestro ego nos empuja a no parecer unos estúpidos ignorantes. Para conseguirlo nos disfrazamos con hermosos discursos, cuantiosos datos, conocimientos enciclopédicos, relatos de experiencias y demás zarandajas verborréicas, atrapadas al vuelo en el enjambre cultural que nos rodea. Pero lo cierto es que nos pasamos buena parte de nuestro tiempo criticando a los demás como si fuesen unos bichos raros.

Y es que la duda corroe la comodidad establecida, inquieta el estatus quo adquirido, nos produce inseguridad, y por ello nos abrazamos con fuerza a las verdades, a las certezas, aunque sean de otros. Para qué devanarnos los sesos reflexionando a diario en un mundo de sombras y luces cambiantes, en un espacio tiempo eternamente imperdurable. Es más fácil abrazar una fe, una religión, una ideología, un partido,  … nos lo dan todo hecho. Y además tenemos la seguridad de estar en el lado de los buenos, de los que están en posesión de la Verdad. Ya se nos ha olvidado que la vida es "jugársela" constantemente, subir y saltar.

Desgraciadamente este atrincheramiento en “mi verdad” conduce a continuos enfrentamientos que en nada ayudan al mutuo entendimiento, a la sociabilidad, a la cooperación, lo cual es perversamente rentabilizado en beneficio propio por aquellos que manejan estas verdades “indiscutibles”. Así los crímenes y guerras son hazañas y victorias, si ganan los “nuestros”. Poco importan las miserias de los otros si "yo" tengo lo que deseo.

Por eso cuando veo a las plantas luchar por el agua, los minerales o el sol, a los animales matar y ser matados para alimentarse o ser alimento, me doy cuenta de lo salvajes que son, y aprecio mucho más esa luz eléctrica que me ilumina en la noche, esas cremas protectoras que me protegen del sol, estas maquinitas que nos permiten comunicarnos sin vernos ni tocarnos, esos almacenes cargados de alimentos enlatados-normalizados-loncheados, …… ¡Luchar por sobrevivir, que salvaje y cutre!
 

¿Entonces, yo soy ….? 
¿y tú?

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