Con los pinceles de que dispongo,
trato de describir un paraíso en el que meterme.
Sobre el lienzo de mis circunstancias
dejo que el canto los pájaros,
los colores del cambio de la hoja,
el olor del ciprés,
pongan un arcoíris al gris paisaje urbano
y a las temporales rutinas.
La obra a veces tiene forma de fotografías
y otras de palabras (o de ambas),
con tonos pastel egocéntrico.
El arte de escuchar,
desde la quietud y el silencio mental,
se me complica
buscando estilos que no son el mío.
La sobreestimulación espanta a la tímida serenidad
que me permite apreciar el orden natural
en las “pequeñas cosas”,
y me transforma en infinito.
Regreso para ver
como levanta la niebla
en el bosque de pensamientos,
volviendo a brillar la luz del silencio y la quietud.
Lo bueno si breve, dos veces bueno, me dijo una amiga.
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