En este último
día de 2015 me “obligo” a escribir algo en este “viejo” blog, incapaz de
competir con los “jóvenes” guasaps y las múltiples aplicaciones de los
teléfonos inteligentes; me da penita tenerle tan abandonado.
Ese Parque
Lineal, metáfora de ese pequeño espacio que le hemos concedido a la Naturaleza
en nuestra colonización sin límites; una línea verde con sus caminos bordeados
de árboles encanijados por la falta de suelo fértil, sus pajarillos buscando
descanso y cobijo, y la pléyade de urbanitas que habitamos esta antigua villa
de las siete colinas. Un espacio – tiempo en el que poder respirar y movernos
al margen de la lógica maquinal que nos envuelve, sintiéndo nuestros acomodados cuerpos en movimiento, asomándonos a los paisajes que nuestra civilización ha ido transformando.
Paisajes un tanto grises, donde a veces cuesta ver la luz del sol, donde el arte pictórico tiene por lienzo muros de cemento y la basura consumista tiene que ser retirada diariamente para no afear la realidad.
Me enredo en el
feisbu, ese patio de corrala que nos hace presentes entre decenas, cientos y
hasta miles de “amigos”, recuerdo lo
difícil que era hacer buenos amigos, lo que cuesta mantenerlos y lo exigentes
que a veces nos ponemos en nuestras relaciones; incluidos los compañeros de
convivencia familiar o laboral. Es lo bueno que tienen los ciberamigos, que con
un clic y algún breve comentario en pantalla, es suficiente (la mayoría de las
veces). Además puedes crearte todo tipo de filtros para una mejor y más
personalizada comunicación, por el interfeis. Por unos momentos diluyo mi soledad frente a la pantalla. Dejo de escribir y pasear, me sumerjo en la ciberealidad.
La inmediatez
que tanto deseamos (como niños caprichosos) nos dificulta la serena visión con
amplia perspectiva, tan propia de algunos ancianos y tan extraña entre jóvenes
y viejos inmaduros. Y es que los frutos por apetecibles que parezcan, pueden
ser totalmente insípidos por falta de fermentación enzimática. Como decía
aquella abuelita, “las prisas no son
buenas”. Escribir una carta en papel y mandarla por correo parece algo
prehistórico, lo que demuestra nuestra cortedad de miras. Es como si nuestra
civilización acabase de nacer y fuese una criatura en pleno crecimiento y sin
apenas pasado.
Necesitamos tiempos de soledad, de introspección, de silencio. Utilizar el
tiempo en filosofar o tener una noción de las historias que conforman la
Historia, parece que es una pérdida de tiempo, algo improductivo. La obsesión
por parecernos a las máquinas nos va convirtiendo, poco a poco, en una especie
de engranajes carentes de ánima natura. Hemos mitificado la tecnología y la
acumulación (de todo tipo) que nos permite. Nos hemos domesticado en la
comodidad del “progreso” y se nos ha olvidado dibujar en las nubes del cielo,
escuchar las corales de grillos, la magia matemática de la escarcha o
contemplar la caída de las hojas para que pueda formarse el humus.
Llegado a este
punto, me pregunto quién coño habrá llegado a leerse este ladrillo. Y ahí es
donde uno descubre a los verdaderos amigos, esos seres únicos, capaces de
tragarse esto por amistad. La mayoría, solo viendo la montonera de letras habrá
abandonado.
El yantar me
reclama y abandono el ordenador personal para reunirme en el habitáculo del
fuego y el agua, junto a los miembros de mi clan (pequeño clan).
Retomo el
teclado después de descansar como un patricio romano, un marqués o un
privilegiado ciudadano del “primer” mundo, que es lo que soy. Tanto es así que necesito salir de la cueva y moverme, para que mi naturaleza animal no sea enterrada por ni condición social.
En casa, otra vez, una sinfonía
de sonidos acompaña mi silencio. Explotan los petardos en la calle y ladran
asustadas las perrillas “yorksair” de
las vecinas, el motor de la batidora invade la conversación familiar, el ritual
de las fiestas más consumistas del año tiene que seguir su curso, la mezcla de
músicas en el bosque de bloques de pisos demuestra el ambiente festivo (junto
con el alcohol, las programaciones especiales de tv y el tragar hasta
enfermar). Y eso por fuera, que por dentro mi mente no para de darle vueltas a
las últimas elecciones, al futuro de las siguientes generaciones, o a las
nuevas exigencias funcionales que demanda mi planificado trabajo; por no
hundirme en la crisis planetaria que está provocando migraciones
multimillonarias por todos los continentes. La codicia nos vicia.
Me entretengo con juegos y deportes, tratando de divertirme como un niño.
Aparto un poco
las sombras para reanimarme con el pensamiento positivo, esperanzándome con un
horizonte de utopía. Quiero ver como la especie humana toma conciencia de que
forma parte de la Naturaleza, que mujeres y hombres somos capaces de
cooperar de manera fraternal, que el ansia es devorada por la calma y que el
crecimiento personal nos hace más libres para apreciar las “pequeñas” cosas de
la vida.
La Nochevieja
y el Año Nuevo terminan por apartarme del teclado, y lo retomo después de
pasear por el barrio y el Parque Lineal.
En la
intermitencia de este escrito, hasta perderlo llego, en el árbol de carpetas
que recorro con el explorador de ventanas.
Me encuentro
ya en el comienzo de este nuevo año, con sus 366 días. Vuelvo a obligarme a
terminar esta entradita. Y tan solo consigo darme cuenta de que hace más frío.
Cae alguna nieve por la sierra, los días empiezan a alargarse, los mosquiteros
y verderones pueblan las arboledas, las mismas contradicciones del año pasado
siguen pese a cambiar el calendario.
Toneladas de materia orgánica vegetal es tratada como basura a incinerar, en los últimos solares crece la salvaje naturaleza, la luz baña las hojas de roble y las promesas de los políticos invaden los alcorques juntos a los embalajes de las multinacionales de la comida basura.
Disculpar el
tiempo que os haya sustraído en este paseo por el Parque Lineal de las Palomeras, sobre todo a quienes pensaban que el título tenía algo que ver con el contenido; era simple "marketing". Feliz año.
Gracias por sumergirnos por un momento en las pequeñas cosas de la realidad, de que nos demos cuenta de la rapidez del tiempo y la manera de llenarlo que tiene esta sociedad. Tenemos que vislumbrar que la ciberealidad nos atrapa mas de lo que creemos, y sino tenemos fuerza de voluntad es muy difícil desconectar.
ResponderEliminarAprovecha esos momentos de paz mental y aquellos que te brindan tus seres queridos, porque luego serán los que te llenen de alegría.
Escribes muy bien, trabajas con una tristeza neutra, algo muy genuino de las personas inteligentes que precisan que nazca una estrella en mitad de las cosas, ...espero que lo logres
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