miércoles, 12 de octubre de 2011

Fulgores de Octubre

En estos días en los que los papamoscas cerrojillos abundan en nuestros parques, saco mis ojos nómadas de hojas impresas a cegarse con el fulgor estelar en un atardecer urbano.

Resplandece en la pantalla de mi mente la memoria colectiva de los seres que hemos sido sobre este pedrusco planetario, cuya piel fermentada por el agua hizo brotar el eccema vegetal que ha posibilitado nuestra parasitaria simbiosis biológica.

Hoy el homo sapiens ignora el nuclear fuego solar y el reflejo nocturno de este sobre la hija satélite que nos circunda en el atmosférico espacio. La magia de su existencia racional y bípeda, la encuentra en el urge de unas tabletillas aglomeradas de metales y plástico, cuya electrónica alma aflora en atrayentes imágenes, que cual nenúfares en el estanque, absorben su sesera de la enajenada realidad que le inunda.

Doctos expertos desentrañan los misterios del futuro mediante complejos circunloquios alfanuméricos, que pese a su yerro persistente, son ampliamente divulgados por los mediáticos profetas fieles a sus dioses financieros. Los herejes del dogma de la codicia son tratados como apestados o perseguidos como alimañas mientras la gran manada humana asiste al teatro del apocalipsis consumista.

Como el castaño y la encina que en este caluroso otoño dan sus frutos con la esperanza del renacer primaveral, me agarro a la vida con la ilusión natural de que otro mundo es posible si la savia de la conciencia consigue abrirse paso entre la cementada costra de engaños urdida por los príncipes de los palacios del vil metal.

Y aceptando la eterna transitoriedad de toda existencia, escenificada una vez más en el arcoíris multicolor de los bosques en el preámbulo invernal, manifiesto la necesidad de un cambio global y una nueva era cultural regada con libertad, igualdad y fraternidad.

Dicho esto desde el cibercacharro digital, regreso a la normalidad del tic tac, del trabajar, de la barriga llenar, del entretenimiento banal, del bla bla bla hasta hartar, …. De que mañana es otro día y que bien me va mientras lo pueda contar.

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