sábado, 11 de octubre de 2008

Crisis manifiesta.

El otro día sentí que en lugar de pasear por el Parque Lineal tenía que ir a la manifestación contra la crisis provocada por los pobrecitos banqueros y otros ingeniosos financieros. "Por el empleo decente", "contra las 65 horas laborales a la semana", "Contra la pobreza en el munto", "Por la solidaridad entre los pueblos", rezaban los eslóganes.

Utilizando mis pies y el transpote público me acerqué al centro capitalino, donde los viejos edificios remozados y las calles peatonales se han convertido en lugares de atracción turística. La tarde estaba lluviosa y la concurrencia humana por la Plaza Mayor era mucho menor que un día de mercadillo navideño. Paseé entre la gente sin que viese a nadie conocido, hasta que encontré a dos compañeros del trabajo con los que alivié un poco mi soledad entre el público.

En el escenario montado actuaban, a forma de teloneros de los esperados líderes sindicales, un grupo de coloridos danzantes africanos, que trataban de comunicar la verdadera crisis que sufren en su continente a unos trabajadores que comentaban el reencuentro después de las vacaciones o a otros que gritaban sus reivindicaciones desde una esquina. Mientras una pareja de turistas japoneses, con su cámara, parecían un tanto despistados.

Por fín subieron los secretarios generales a lanzar sus discursos a las personas y medios de comunicación allí presentes. La erudición resucitó por unos segundos a Beltrol Brech, a Salvador Allende y Rafael Alberti. Dejaron bien claro quienes eran los malos y quienes éramos los buenos, mientras la lluvía hacía que los humanos se refugiasen en los soportales o bajo los paraguas. Los ánimos no se calentaban pese a la enardecida retórica.

Los escaparates mostraban los deseados manjares y souvenires para los "inmigrantes de hotel y avión". Manifestantes, empleados temporales y algún viandante curioso observaban el espectáculo, sin demasiadas expectativas. Las dotaciones policiales esperaban que llegase la hora de recogerse. En un pasadizo cubierto, un hombre desaliñado se refugiaba entre cartones contra la pared iluminada por "antiguas" farolas.

Un esperpéntico cadaver de lechón con móvil y gafas, y unos guerreros quijoteros, respaldados por un surtido de armas y muñecas folclóricas, me terminaron de convencer del absurdo sociocultural en el que vivo. Continué con mi paseo por la cava baja de vuelta a mi cómodo pisito donde reencontrar el calor de los seres queridos. Hay riquezas que no cotizan en bolsa.

3 comentarios:

  1. Como siempre genial tu visión y análisis de las situaciones que nos rodean, irremediablemente.
    Al detalle y con ironía.
    Muy buen post, y el final lo borda...
    "hay riquezas que no cotizan el bolsa"!!!
    Un abrazote a ese gran contorno!!

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  2. Por klimtbalan, me dijo un comentario con esa frase "hay riquezas que no cotizan en bolsa" y de donde la habia leido.
    buen retrato de la sociedad que hemos creado entre todos, de la cual no podemos decir, "que se pare el mundo que me bajo"
    parece que gano el "tener" contra el "ser", por lo menos por ahora...

    Haber si entre todos cambiamos la realidad social, para que ciertos valores empezaran a ser valorados como tiene que ser.
    Te enlazo en mi blog, para tenerme mas a mano.
    Saludos.

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  3. Hoy, finalmente, pude darme un paseo por tu parque dejando que cayeran los minutos del reloj.

    Bonitas fotografías, vaya por delante.

    En relación con el tema en concreto de este post, creo que todos quienes simplemente ganamos nuestro dinero con la idea de invertirlo en vivir tenemos clara la situación creada.

    Diríase que son los políticos y economistas (quienes deberían saberlo) aquellos que no dan crédito a lo que está sucediendo.

    La cosa es muy simple.
    Yo, que soy agricultor aficionado, siempre digo que de lo que se siembra, se cosecha.

    Siembra mentiras en forma de créditos baratos, contratos basura, jornadas interminables, puriempleo sumergido y abónalo con codicia, avaricia y deseo de posesiones sin límite... y verás como crece la planta de la crisis.

    Una sociedad alienante, donde se ha confundido vivir con poseer, donde la sencillez ha dado paso a la sofisticación gratuita, y donde reina la creencia de que las personas no son otra cosa que mercancías de trueque con las que juegan a la bolsa un montón de ineptos enfundados en trajes de Armani... no podía acabar en otro sitio... que en este.

    Que cada cual extraiga su lección de lo acontecido. Otros ya lo han hecho, sacándonos la pasta para tapar agujeros que todo el mundo conocía, pero nadie parecía ver.

    Un saludo Alcaudoncillo.

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